martes, diciembre 14, 2010

El retorno a casa

Otra vez por acá, hacía tiempo que no escribía nada. Hoy les voy a contar una serie de razonamiento que tuve, pero para eso primero los voy a ubicar en contexto, de esta manera quizás logren entender un poco mas de donde salen algunas de las cosas que salen de cabeza.
Hoy y como cada lunes por medio salí del trabajo y me fui para Palermo para mi sesión de terapia, ya desde un principio había algo raro, me había olvidado en casa las monedas y como no volví a almorzar no tenia monedas para viajar. Conseguí que la mujer del kiosco me prestara 2 pesos con lo que me asegure mi viaje de ida, ya me arreglaría a la vuelta.
Mi viaje fue normal escuchando la radio, saque un par de cosas interesantes de la radio, pero ese es material para otra nota. Llegue a mi terapia a las 19:02, pero mi terapeuta no respondió al timbre, espere, llame por teléfono y al no obtener respuesta decidí volver a casa, al llegar a Santa fe y Juan b justo, lugar donde tomo el 166, colectivo que me lleva a casa, pude ver con alegría que estaba el boletero, eso resolvía mi problemas con las monedas. El colectivo llego rápido y vacio, cosas que es muy poco usual en el 166. Me senté me puse los auriculares y el viaje fue tranquilo hasta Juan b justo al 6500, donde baje del colectivo. No sé porque motivos saque el boleto del bolsillo, no tiene mayor importancia, pero descubrí que mi boleto era un boleto capicúa. Lo primero que vino a mi cabeza fue, que Groso, cuanto hace que no sacaba un capicúa, es cierto que con los nuevos boletos eso se perdió, recuerdo cuando era chico y miraba los boletos esperando sacar el ansiado capicúa. Entonces me puse a pensar en la posibilidades de sacar un capicúa, pero más precisamente de ese que yo tenía en mis manos. Dado que el número del boleto es de cinco cifras, los números pueden ir de 00000 a 99999, con lo cual hay cien mil posibilidades, una en cien mil era la chance de que yo sacara ese boleto en particular.
Entonces me puse a pensar en que significaría ese boleto, que significado especial tendría ese particular numero y porque yo había sido elegido entre cien mil personas para tener ese boleto. Lo pensé y llegue a la conclusión de que no había razón, ni había nada especial en el número del boleto. Pero el boleto si fue especial, porque este trivial razonamiento disparo otro razonamiento no tan trivial para mí y ese pensamiento que vino a mi mente fue el hecho de que las personas recitamos encontrarle un sentido a las cosas, una razón, una justificación. Creo que en líneas generales no nos gustan las cosas desconocidas, solemos ponerle nombre a todo, a las cosas, a los animales a las personas, a las relaciones y así nos sentimos seguros, porque lo que se puede nombrar se conoce o al menos uno se puede formar una idea, pero que pasa con esas cosas que no podemos nombrar, esas cosas que desconocemos, que pasa con esas cosas que no podemos imaginar. Creo yo que podemos dividir lo que nos produce en dos grandes grupos, uno el de la curiosidad y el otro el del miedo.
Es sabido que el miedo suele paralizar a las personas, pero no voy a hablar del miedo ahora, lo que importa es porque tenemos esa necesidad de explicar de racionalizar o esperar que las cosas se adecuen a un parámetro conocido por nosotros, porque no simplemente disfrutamos sin esperar nada, disfrutar del acá y ahora sin ponerle nombres a las cosas, cuando pensamos en algo nos desconectamos de ese algo y nos conectamos con su idea, tratemos de recuperar el contacto con lo que nos rodea, sin pensar en los porqués, simplemente disfrutar. Sentir el viento sin pensar en porque sopla. Mirar a los ojos de alguien sin pensar si es o no es, o si mañana va a estar, la vida es aquí y ahora.
Disfrutémosla.

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(publicada en facebook el Martes, 05 de mayo de 2009 a las 0:56)