lunes, enero 24, 2011

La incapacidad de entender a los demás.

Bueno acá estoy nuevamente después de muchísimo tiempo sin escribir, me cuesta poner mis pensamientos en orden, de manera tal que puedan escribirse. Voy a escribir lo que me salga, de esa manera va a quedar en evidencia lo que dije antes.
Últimamente estoy pensando sobre muchas cosas, la incoherencia de nuestros actos versus nuestro pensamiento. Esto último es una de las cosas que más me cuesta entender de los seres humanos, no entiendo la forma en que juzgamos cosas que nosotros mismos hacemos; castigamos comportamiento que luego nosotros reproducimos. Pero ante la pregunta o la confrontación con este hecho particular, siempre lo que hacemos o nos pasa a nosotros es distinto, entendible y justificable. Siempre está mal lo que hacen los demás pero no lo que hacemos nosotros, porque existe una explicación para nuestra situación o comportamiento. Incluso cuando se reconoce que uno obra mal es justificable, no así la falta de los demás.
Somos incapaces de ponernos en el lugar de las demás personas, pero no porque no queramos hacerlo sino porque es imposible, cada persona entiende y percibe el mundo de una manera única y particular. Y con nuestra única forma de ver las cosas nos resulta imposible entender a los demás, nos vamos a esforzar al máximo pero nunca vamos a lograr entender realmente a los otros. El problema radica en que no somos conscientes de esto y todo el tiempo suponemos que las demás personas son como nosotros, no calcos, pero son como nosotros y la verdad es que no, no somos como nadie más en este mundo, somos únicos e irrepetibles, aislados en nuestro propio ser de todo el resto de los seres humanos.
Creo que esta cualidad de individuo incomprensible que somos es la raíz del egoísmo que tenemos. Sí, somos egoístas; es difícil aceptarlo para muchas personas pero lo somos, no hay forma que no seamos de esta manera ya que nunca vamos a poder saber con certeza lo que los demás ven o sienten.
Siempre que tenemos que elegir lo hacemos a favor nuestro, la única excepción que encontré a esto son los hijos; creo que porque son una extensión nuestra (este tema lo voy a abordar en otra entrada). Sacando de lado los hijos, donde uno puede elegir no comer para que ellos coman o incluso dar la vida en pos de salvar su vida, todos los demás casos elegimos a favor nuestro, no conozco a nadie que elija beneficiar a otra persona si puede beneficiarse el de alguna manera. Dicho de esta manera suena bastante objetable pero cuando comenzamos a prestar atención nos damos cuenta que en realidad todo lo hacemos para obtener algo nosotros, incluso cuando hacemos cosas por los otros. Vemos que alguien tiene hambre y no le damos de comer porque tiene hambre lo hacemos porque no toleramos ver el sufrimiento de la otra persona, generalmente hacemos cosas para ponernos o sacarnos de situaciones en las que queremos o no estar. Es natural, somos una gota en un mar de personas. Me acabo de dar cuenta que ni los hijos escapan a la máxima que acabo de postular: “Siempre hacemos las cosas en función nuestra”.
Voy a seguir reflexionando sobre estos temas y después voy a volver por más.